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De princesa a Mujer

Por: Cindy Amaya. /  Mayo 2018

Yo era una princesa controladora, soberbia, mandona a quien no le gustaba jugar; si yo jugaba, era a someter a los demás. Yo quería tener la atención de todos y de todas y hacerme cargo de todo el reino.

Un día fui hechizada por mis papás, quienes me llevaron a dormir a otro castillo; en ese lugar debía dormir al lado de la máquina de coser más vieja del reino. Cada vez que yo veía que algo estaba mal, lo quería remendar; todo el día me la pasaba en la máquina de coser. Empecé a coser y coser y me volví hábil en remendar cosas. Pasó el tiempo y conocí a una coneja de otro reino que muy hábil para explorar nuevos terrenos. Me quise adueñar de ella porque me sentía superior y, además, ella quiso ser mi mascota por algún tiempo. Sin embargo, al ver que ella era libre y que podría irse en cualquier momento, me empecé a sentir intranquila y angustiada de perderla, hasta que un día se fue. Me sentí tan sola que quise hacerme cargo de mis hermanas princesas. Hasta que un día, cansada de mi soledad, corrí hasta encontrar la forma de salir del castillo y buscar barro afuera para sentirme viva; cuando hacia cosas con este, me transformaba.

Pasados los años, me di cuenta de que ya no era una princesa, era una larva. Estaba desubicada, llena de huecos y barro, y muy alejada del reino. De pronto, conocí a una polilla que me contó que podía dejar de ser una larva y me invitó a un bosque lleno de animales y de flores. Cuando decidí ir al bosque conocí a un hada que me empezó a mostrar todos los animales y las flores (feas y bonitas) del bosque; el hada me dijo que podía volver a ser una princesa y convertirme en lo que quisiera, si así lo deseaba.

Me quedé a explorar el bosque, comencé a recorrerlo y encontré una quebrada donde pude limpiarme el barro; con unas plantas comencé a curar los huecos de mi cuerpo y me volví amiga de las luciérnagas quienes con su luz me ayudaron a sanar.

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